El Consuelo de mi Suegra
Datte: 08/06/2019,
Catégories:
Inceste / Tabou
Mature,
Anal
Auteur: AkuSokuZan, Source: xHamster
... puerta.
Posé la llave sobre una mesa y me giré dispuesto a abandonar su despacho aunque antes observé la mirada que me lanzaba ella subida frente al cuerpo de su marido y sus dos muslazos rodeándole. Me sonrió y me pareció ver como se relamía, no sé si para darme envidia, bien porque estaba cachondísima o por ambas cosas a la vez.
Tuve que meterme en el baño para hacerme una paja monumental en honor a aquella rubia alucinante, deslumbrante y descarada. Era difícil quitarse de encima la imagen de esa mujer sobre su esposo besándose desenfrenadamente, refregándose con ansiedad sobre la silla… sin duda además de preciosa, debía ser toda una bomba sexual.
Los siguientes días, después de mi jornada de trabajo acudía al despacho del jefe para pedir la llave de la biblioteca. A él parecía gustarle mi entusiasmo, mi profesionalidad y mi dedicación a esa lectura en la biblioteca, fuera de mi jornada de trabajo, pero lo que yo realmente ansiaba era volver a encontrarme con su mujer, sentirla de cerca y admirarla…
Mis deseos no tardaron en cumplirse cuando en una de mis lecturas aquella rubia hizo aparición, con otros pantalones ceñidos negros, una blusa blanca y sus siempre interminables tacones, para pegar sus tetas en mi nuca y abrazar mi pecho.
− ¿En qué andas metido hoy? - me preguntó con total confianza pudiendo notar su aliento ardiente junto a mi oreja.
A ella tampoco parecía importarle mucho el título del libro que estudiaba, sino más bien provocarme ...
... continuamente y jugar conmigo. Imagino que para una mujer madura, verse así de deseada por un joven, debía hacerla sentir más bella de lo que ya era. Para mí era todo un honor, ya que esa mujer me parecía inalcanzable (en todos los sentidos). En cada encuentro no podía evitar tampoco pensar en Sofía, pero luego me decía a mi mismo que no hacía nada malo al desear a su madre. Desear no es infidelidad, ¿verdad?
Ni que decir tiene que yo repetía mis visitas a la biblioteca siempre que podía, alegrando cada vez a mi mentor, jefe y casi suegro. Por otro lado, mi novia también seguía sorprendida por mi entrega y dedicación al tema, pero nunca se olvidaba de darme un repaso de los suyos cuando regresaba al laboratorio o los fines de semana cuando hacíamos nuestra escapada como dos amantes secretos. El resto de los días nos veíamos cada vez menos, ya que ella viajaba más de continuo a la ciudad para asistir a las clases en la universidad, momentos que aprovechaba yo para ir a la biblioteca donde sabía que tendría la visita de mi adorada y maciza rubia. Mónica y yo nos fuimos haciendo más y más cómplices, nuestra confianza era mutua, aunque lo cierto es que nunca me atreví a comentarle lo mucho que me atraía, incluso llegué a pensar que yo también era para ella algo más que el novio de su hijastra. Nos encontrábamos en la aquella gran sala de lectura a diario y a ella le gustaba exhibirse, mostrarme su sensualidad en sus gestos, sus andares, su vestimenta, sus piernas con cortas minifaldas ...