El Consuelo de mi Suegra
Datte: 08/06/2019,
Catégories:
Inceste / Tabou
Mature,
Anal
Auteur: AkuSokuZan, Source: xHamster
... debería verla como tal, pero mi otro yo, en forma de pene duro, parecía decir lo contrario. Pensándolo bien, no había pasado nada y se podía considerar todo ¿normal?
Me quité la ropa, quedándome desnudo, acaricié mi polla que estaba durísima y saqué uno de los bóxers que había comprado en la tienda y efectivamente no parecía un calzoncillo, metí una pierna, la otra… cuando oí una voz a mi espalda.
− ¡Qué culito! - dijo Mónica, lo que hizo ponerme nervioso y casi me caigo en la maniobra de terminar de calzarme mi pequeña prenda.
Sin duda había visto mi cuerpo desnudo de espaldas y pareció disfrutar. No pensé que me hubiera estado observando. Coloqué mi verga lo mejor que pude y cuando me giré me quedé petrificado:
Mónica llevaba un bañador fucsia de una pieza, completamente adherido a su piel haciendo resaltar su preciosa y aterciopelada piel morena, tanto la de sus brazos, sus hombros, escote y piernas de una forma digna de enmarcar. Su enorme busto parecía querer salirse por la parte superior e incluso por los costados de esa pequeña prenda de lycra. Su figura se dibujaba divina bajo ese traje de baño, pero lo mejor es que al ser tan fina la tela, se revelaba cada relieve, desde sus pezones abultados, pasando por el agujerito que se adentraba en su ombligo o el bulto de su monte de venus en el que parecía entreverse el vello que debía adornar su pubis. Me quedé boquiabierto con mi erección de caballo.
− Ya puedes cerrar la boca - me dijo sonriendo y ...
... dando un trago a la cerveza.
− Perdóname Mónica - me disculpé tapando con mis manos mi evidente erección bajo mis bóxers.
− No, hombre, es un halago para mí que te guste mi bañador y veo que otro se ha alegrado también. - añadió señalando traviesa hacia mi polla que apenas podía cubrir con mis manos.
− Gracias Mónica.
− De nada, además yo también me siento muy bien viéndote a ti. Tienes un cuerpo precioso y hay que lucirlo.
− Gracias.
− No, gracias a ti. Por cierto, ¿te gustó mi regalo? - dijo sentándose en la tumbona y haciendo un cruce de piernas asombroso.
Me quedé sorprendido cuando me hizo esa pregunta y tardé en reaccionar hasta que ella me aclaró.
− Sí, hombre, mis braguitas. Las que te quedaste ayer en el despacho de Ernesto.
Casi me da algo al oírle decir eso y respondí azorado sin saber exactamente qué contestar.
− Esto… yo… no sabía...
Comprendí por fin, que el tema de las bragas no había sido accidental ni mucho menos y que todo era premeditado.
− Tenía pensado devolvértelas. - comenté al fin.
− No te apures hombre, somos amigos y me hiciste un gran favor. Por mí te las puedes quedar… si es que te gustan.
− Sí, esto…
− Mira, cuando llegué al despacho de Ernesto estaba mojadísima, porque es que después de estar encima de ti en la biblioteca, me excité mucho, tanto que por eso tuve que darle un buen repaso a mi marido, cómo pudiste comprobar, de modo que puedes quedártelas como recuerdo y como regalo, ya que te las has ...