El Consuelo de mi Suegra
Datte: 08/06/2019,
Catégories:
Inceste / Tabou
Mature,
Anal
Auteur: AkuSokuZan, Source: xHamster
... aptitudes físicas, muy alejada del prototipo de bruja que había dibujado en mi cabeza. Le acompañaban dos clientes que parecían más enfrascados en observar el culo y el resto de la anatomía de Mónica que en prestar atención a lo que ella les mostraba en un dossier. Esa belleza impresionante se deshacía en gestos de lo más sugerentes, sonrisas y miradas provocativas hacia aquellos clientes, lo que llevaría a que seguramente firmaran el contrato sin apenas mirar las condiciones. No era para menos. Mónica era una mujer madura que no aparentaba haber pasado esa frontera de los cuarenta, tremendamente atractiva, con un pelo rubio, rizado, ojos marrones grandes, una naricilla respingona y unos labios carnosos. Verla era comprender cómo era una mujer repleta de curvas, más remarcadas con aquel uniforme de ejecutiva agresiva, de gran volumen de pecho y de portentosas caderas, acompañado de una estrecha cintura y unas gafitas de pasta que la hacían, si cabe, más atrayente todavía.
Yo no podía quitar la mirada de aquel bellezón, que ciertamente podría ser mi madre, pero que me cautivó en un instante. Ni cuenta me di, que tenía a su marido en pie delante de mí observando cómo estaba comiéndome con los ojos a su esposa completamente ensimismado en sus andares y su extraordinaria belleza.
- ¡Víctor! - me dijo el hombre casi en un grito en tono seco.
Me puse en pie como un resorte. Noté como los carrillos me ardían. Sabía que él me había visto en esa distracción inolvidable, pero ...
... también que eso podría traerme terribles consecuencias. Me puse en lo peor.
- Vamos a mi despacho - añadió serio.
Seguí sus pasos avergonzado y preocupado. Me fijé también en ese hombre que caminaba delante de mí y nada tenía que ver con su esposa precisamente. Un hombre no muy alto, algo grueso, con una gran calvicie y con un aspecto mucho mayor de los cincuenta que me había contado su hija que tenía.
- Víctor Gallardo, ¿verdad? - me dijo invitándome a sentar en una silla al otro lado de su gran mesa de caoba mirándome fijamente a los ojos hasta llegar a intimidarme.
- Sí… don Ernesto. - contesté removiendo el pico de mi bata blanca de laboratorio.
- Llámame Ernesto.
- Sí, don Ernesto… digo Ernesto.
- ¿Qué tal tu trabajo en el laboratorio? - me preguntó.
- Bien.
- ¿Y con mi hija?
- Esto... bien.
- ¿Sabes que está formándose para ser la enóloga de la bodega?
- Sí, claro, precisamente estoy aprendiendo mucho con ella.
- Lo sé, aprendiendo mucho… - dijo con cierto retintín.
- Es una buena compañera. - traté de justificarme revolviéndome en la silla.
- No hace falta que disimules, Víctor.
Creí morirme en ese instante, no sabía qué responder, pero él me miraba serio, aunque me parecía vislumbrar una leve sonrisa, divertido de ver mi cara de susto. Traté de pensar rápidamente qué contestar, qué poder justificar ó qué hacer para tratar de convencer, pero era imposible jugar con ese hombre que de seguro estaba enterado de nuestro lío y ...